Hace unos años, tarde por la noche, sonó mi teléfono. Era uno de mis amigos cercanos. Normalmente, rara vez me llamaban a una hora tan tardía; usualmente nos comunicábamos por mensajes. Cuando contesté, de inmediato noté la preocupación en su voz. “¿Está ocurriendo algo malo?” pregunté, sintiendo un sobresalto de inquietud. Respondieron: “No, pero tengo mucho miedo de fracasar.” Me explicaron que en su empresa se estaba formando un nuevo departamento, lo que representaba una oportunidad importante para ellos. Su voz temblaba, como si realmente lo desearan pero al mismo tiempo pensaran: “¿Y si hago el ridículo?” En ese momento comprendí que incluso las personas más capaces pueden albergar temores profundos en su interior.
Conozco a mi amigo desde hace años: enérgico, trabajador, alguien que siempre encuentra soluciones. Sin embargo, cuando la posibilidad de “fracaso” apareció en su mente, vi cómo eso los ralentizaba y los ponía incómodos. Después de esa llamada, solía preguntarles: “¿Cómo te sientes ahora?” y ellos me contaban. Tenían toda clase de excusas; por un lado decían: “No puedo dejar pasar esta oportunidad,” y por otro: “Tal vez no debería alterar la rutina de mi vida.” Al mismo tiempo, había una sensación similar al miedo escénico: “¿Y si no logro adaptarme al nuevo equipo y me menosprecian?” Quiero compartir esta historia porque muchos de nosotros hemos experimentado estas mismas ansiedades y, posiblemente, hemos dejado pasar oportunidades valiosas por culpa de ellas.
La Pregunta Detrás de “¿Y si Fracaso?”
La historia de mi amigo, en realidad, es la historia de todos. Intentar algo nuevo—como asumir un gran rol de liderazgo, cambiar de empleo, comenzar un nuevo programa de formación o incluso hacer una presentación sencilla—puede parecer enorme y abrumador. Esto se debe, a menudo, a que un pensamiento persiste en el fondo de nuestra mente: “¿Y si sale mal?” A veces, las lecciones de la infancia sobre “No cometas errores o quedarás en ridículo” permanecen con nosotros. Otras veces, la presión de todas las historias de éxito a nuestro alrededor alimenta el miedo al fracaso. Este miedo puede ser especialmente intenso si compite con nuestro impulso interno y talentos.
Aunque la oportunidad estaba tocando su puerta, mi amigo se preguntaba por qué sentía tanto miedo: “Mi trabajo actual no está mal. Pero este nuevo es una mejor posición para desarrollar mis habilidades. Y sin embargo, no importa cuánto me prepare, ¿y si fracaso y arruino mi reputación?” Se debatían entre si el miedo al fracaso los detendría o los impulsaría hacia adelante.
El Lado Enemigo del Miedo
El aspecto enemigo del miedo al fracaso a menudo nos empuja a ni siquiera empezar. En nuestras primeras llamadas, mi amigo decía: “Estoy bastante cómodo ahora—¿por qué cambiar las cosas?” o “¿Realmente vale la pena el riesgo si estoy lo suficientemente feliz donde estoy?” Una y otra vez, surgía la frase “¿Y si hago el ridículo?” Esta es la cara más común del miedo: la idea de que exponerse, solo para fracasar, es peor que no intentarlo en absoluto. Si este sentimiento hubiera ganado, mi amigo podría haberse quedado en la misma posición durante años, sin descubrir su verdadero potencial.
El Lado Amigo del Miedo
Por otro lado, también hay un lado amigo de este miedo. Empecé a hablar con mi amigo más frecuentemente; comenzaron a investigar exactamente qué se esperaba en el nuevo departamento. Durante nuestras llamadas decían: “Wow, me he dado cuenta de cuántas lagunas tengo en mi conocimiento. Ahora me estoy inscribiendo en algunos cursos para mejorar.” También comenzaron a reunirse gradualmente con futuros compañeros de equipo para averiguar quién sería responsable de qué y qué desafíos podrían surgir. Al principio pensaban: “¿Y si nadie toma en serio mis ideas?” pero poco después se convirtió en “Si me preparo bien, destacaré.” En ese sentido, el miedo se convirtió en una fuerza motivadora que los impulsó a trabajar de manera más sistemática.
Un día, por teléfono, dijeron: “Estoy preparando una presentación para el nuevo departamento. Estoy súper emocionado, pero sigo diciéndome: ‘Si esto importa tanto, realmente necesito prepararme a fondo.’” Y esa declaración—“¿Y si fracaso?”—en realidad significa “Esto me importa mucho.” Después de todo, no tenemos tanto miedo de fracasar en cosas que no nos importan. Entonces, el miedo también puede interpretarse como “Aborda esta tarea con seriedad, da lo mejor de ti,” transformándose en un aliado de apoyo.
Día de la Presentación: Miedo en su Punto Máximo
Cuando llegó el día de la presentación, la voz de mi amigo aún temblaba. “He estado trabajando en esto durante meses—¿y si todo se desperdicia?” dijeron. Pregunté: “¿Cómo te sientes ahora?” Respondieron: “Es como si tuviera mariposas en el estómago, pero eso me muestra cuánto significa esto para mí.” Les señalé: “Eso significa que este momento es crucial.” Y de hecho, lidiar con el miedo a menudo se reduce a escuchar sus señales, diciéndote a ti mismo: “Esto es importante. Así que prepárate, sé cauteloso, pero no te paralices.”
Más tarde, después de la presentación, recibí una llamada telefónica completamente diferente. Mi amigo me contó: “Claro, hubo cosas que podría mejorar, y algunas críticas aquí y allá, pero los gerentes fueron realmente positivos en general.” Y en ese momento de felicidad, dijeron: “¡Gracias a Dios no dejé pasar esta oportunidad!” Aunque la sombra del fracaso estaba presente, pusieron toda su energía en prepararse y, finalmente, dieron un paso hacia una nueva etapa de su carrera.
Formas de Hacer las Paces con el Miedo
Hacer las paces con el miedo a menudo comienza enfrentándolo en pequeños pasos. Si miras una gran responsabilidad y te sientes abrumado, intenta dividirla en partes manejables. Luego, busca comentarios consistentes de aquellos que puedan ofrecer críticas constructivas. Cambiar tu mentalidad a “Que me señalen mis debilidades ahora para no tropezar a mitad de la presentación” puede convertir el miedo en una fortaleza. A veces, la mejor solución es escribir el “peor escenario posible” y ver lo exagerado que realmente es. Por último, escucha tu voz interior y recuerda que “Si esto me asusta tanto, debe significar que es importante,” convirtiendo ese miedo en una especie de combustible.
¿Amigo o Enemigo?
La historia de mi amigo demostró algo claramente: el miedo al fracaso puede ser tanto nuestro enemigo como nuestro aliado. Si nos hace congelarnos, ensombrece nuestro potencial. Pero si lo interpretamos como “Esto es un recordatorio para estar enfocado, comprometido y diligente,” entonces el miedo puede convertirse en una fuerza impulsora. El salto de mi amigo hacia un nuevo departamento es un ejemplo claro de ello.
Este es el tercer artículo de nuestra serie sobre crecimiento personal. Anteriormente, discutimos “Por qué el Crecimiento Personal Importa” y “Autoconciencia: El Primer Paso para Crecer.” Ahora hemos visto cómo el miedo al fracaso puede frenarnos o ayudarnos a desbloquear nuestro potencial. En nuestro próximo artículo, titulado “Construyendo Resiliencia: Recuperarse con Fuerza,” hablaremos sobre cómo levantarnos de nuevo después de tropezar o no alcanzar nuestras metas. Recuerda, si dejas que el miedo te gobierne, puede mantenerte estancado. Pero si eliges aprender de él, podrías experimentar tu mayor avance.